El bibliotecario está leyendo a Miller

“Pero una vez completada de esta manera, tu vida no se puede contar ya a cualquiera. El demonio del Pudor se yergue: es preciso mentir o bien ser indecente. Y además, el análisis hace estallar la biografía en pedazos, polimeriza la verdad, no te deja más que los fragmentos, las esquirlas. La memoria es de moaré, tornasolada. Lo real no se transmuta en verdad, si no es en sí misma mentirosa. Existe ese obstáculo irreducible que constituye lo que Freud llamaba la represión primaria: se puede seguir interpretando siempre, no hay la última palabra de la interpretación. En resumen, autobiografía es siempre autoficción” (Miller, 2011, 15).

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