Dimensiones Clínicas. Del control a la supervisión y no viceversa

Del control a la supervisión y no viceversa

Si el controlado pudiese ser colocado por el controlador en una posición subjetiva diferente de la que implica el término siniestro de control (ventajosamente sustituido, pero sólo en lengua inglesa, y en español, por el de «supervisión»), el mejor fruto que sacaría de ese ejercicio sería aprender a mantenerse él mismo en la posición de subjetividad segunda en que la situación pone de entrada al controlador (Jacques Lacan, 1953).

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Al decir que la praxis incluye la vertiente en la cual el practicante se confronta ineludiblemente con un exceso respecto a lo que de estándar o regularidad se establece en la clínica, surge sino la decisión, la necesidad del control en tanto manera de operar que se dirige a la fiscalización, vía la intervención de un otro, de ese punto de pérdida en lo que pretendía continuarse sin advertencia. Hacer algo con eso, someterlo a-control, enunciar allí respecto de lo dicho, respecto también de los otros dichos (de las otras menciones) y frente a ese lugar vacío, permite una lectura ética y lógica del dispositivo (a partir del caso) que insta a poner en evidencia el quehacer del propio practicante sin pretender de ningún modo realizar un modelo descriptivo del cual, el clínico, estaría exento, sin juicio en relación al cuadro. En esa vertiente (la de lo dicho y las resonancias de aquello que se oye allí), genera la otra mención. Decir algo allí, donde lo dicho funciona como escrito, propone un no pienso del practicante, un apensamiento.

La supervisión implica, por otro lado, ejercer una inspección sobre el trabajo que se realiza, pero planteándose, esta vez, el interrogante sobre el saber (discurso) del cual, el que practica, se vale y sobre la medida en que éste juega la sujeción de aquél. Dicha sujeción a determinado discurso (de allí la asimetría) y no a otro, lleva a explorar la relación del practicante con aquél funcionamiento (del que nada se puede decir hasta que puede situárselo como efecto de-formación). Esta emergencia (exposición) permite trabajar y hacer trabajar, siendo la relación del practicante de psicoanálisis al discurso analítico la que permitirá pasar su experiencia a otros. Lacan dirá en ésta línea: “constituir clases tales que no solamente ratifiquen esta distribución sino que, por servir para producirla, la reproduzcan” (Jacques Lacan, 1970).