2014: Aun, un análisis sobre el seminario 20 de Jacques Lacan

(…) hay que parar la oreja respecto a la verificación de esta verdad de que hay emergencia del discurso analítico cada vez que se franquea el paso de un discurso a otro. No digo otra cosa cuando digo que el amor es signo de que se cambia de discurso (J. Lacan, 19 de Diciembre de 1972).
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Curso dictado por: Javier Bolaños.
Comienza: Jueves 3 de abril.
Duración: Anual.
Frecuencia: Quincenal (1º y 3º jueves de cada mes).
Lugar: Sede de la Fundación Salto.
Hora: 20hs.
Reseña Clase del 3 de abril de 2014. Por Julieta Lucero
En la primera clase del curso, el docente abordó parte de la primera clase del vigésimo seminario de Jacques Lacan.
Comenzó por establecer interrogantes que permitieron contextualizar las consecuencias epistémicas y clínicas del tratamiento que Lacan hace, en este seminario, del goce, el significante, el amor y el sexo.
Destacó, al principio, la característica de negatividad del goce, en tanto éste “no sirve para nada”. Esa “inutilidad” desorienta al hablante-ser. En esta línea planteó la dificultad de que, a través del goce, uno alcance el cuerpo.
En el plano sexual, la pregunta giró en torno a cómo es posible establecer una contabilidad de lo que acontece de un lado y del otro del plano (cómo se cuenta lo que se aparea). Allí el docente se refirió a Jean-Luc Nancy al señalar que, paradójicamente, el goce es “siempre el uno en el otro sin que uno cubra al otro” (Jean-Luc Nancy, 2001).
Al finalizar, se refirió a Lacan cuando afirma que “no hay relación sexual”, y retomó a Nancy para realizar un interesante planteo: el sexo mismo se difiere. A partir de ello, abrió el espacio que se dirige a “el hay de la relación sexual” (nombre literal del libro de Nancy que el docente citó). Pero entonces, dicho así, nos preguntamos: el sexo mismo, ¿es relación?
Reseña Clase del 24 de abril de 2014. Por Julieta Lucero
En esta oportunidad el docente continuó con la primera clase del seminario 20 de Jacques Lacan.
Al comenzar, planteó la duda sobre si Lacan habla, en dicha clase, del amor o del goce. Inmediatamente se remitió a lo que propone Freud en la “Organización genital infantil” (1923) para hablar de la función del falo como rasgo diferencial (y no como signo genital). Siguiendo a Lacan, estableció goce fálico como obstáculo para llegar a gozar del cuerpo. En ese contexto, utilizó la Paradoja de Zenón para ilustrar el esquema del gozo de un lado del ser sexuado. En ese punto aclaró: sin límite no es sin ley.
A partir de ese razonamiento, se cuestionó si el mundo es, o no es, continuo. Para intentar dar respuesta a esto, recurrió, a partir de un puntapié de Lacan, a analizar la compacidad como un modo de dar cuenta lo que sucede en el espacio del goce sexual. Una vez allí, solo queda contar de uno en uno, afirmó.
Se produce, entonces, una consecuencia clínica esencial: si no hay uno que no tenga relación al falo, no hay goce que no sea sexuado.
Hacia el final de la clase, retomó a Jean-Luc Nancy, en el libro citado en la primera clase, para tratar el “hay” de la relación sexual. En relación a ello, luego de dar razones sobre la diferenciación, incluso multiplicación que allí se introduce, aseveró: el sexo es el referirse (en el diferirse).
Reseña Clase del 5 de junio de 2014. Por Julieta Lucero
En esta oportunidad el docente abordó “La función de lo escrito” del Seminario 20 de Jacques Lacan.
Con respecto a lo escrito, y aludiendo a la relación significante/significado de Saussure, estableció que, para Lacan, un significante solo se sostiene en una escritura (un discurso por ejemplo), y no ya a partir de la relación a otro significante. Decir que el significante solo se refiere a un discurso es decir que solo este último funda y define su contexto.
Por otro lado, destacó que si lo escrito no es para ser comprendido mediante la lectura, es porque la barra misma entre significado y significante es quien obliga (fuerza) a escribir. Se presentaría entonces, un “escribir-leyendo” que no permitiría su reverso. Y tal vez a eso pueda resumirse el interés que el psicoanálisis pueda tener por la historia, pero con una salvedad: una historia estará necesariamente sesgada por algunas letras en particular, que obligarán a que ella  no pueda más que hacerse narrar.
Reseña Clase del 19 de junio de 2014. Por Julieta Lucero
En el último encuentro el docente abordó la clase “El amor y el significante” del Seminario 20 de Jacques Lacan.
Comenzó por preguntar qué es necesario considerar si a partir de este momento Lacan emparenta al amor y al significante.
Luego destacó el estatuto de “suplencia” de ambos, pero inmediatamente se ocupó de lo que fue el eje principal de la clase: el significante ya no tiene debajo de él al significado, sino que este último adviene, sorprendentemente, a su lado. El significante, así, por supuesto, adquiere otro valor. El acercamiento de Lacan a Pierce tal vez nos dé alguna pista en relación a esto. Lacan introduce, de este modo, al sujeto en el mundo.
Realizada esta operación, puede decirse: “el amor apunta al sujeto”. Es por ello que lo que suple y hay que articularlo según el “para-ser”, “el ser de al lado”. Afirma en consecuencia, que ya no es necesario el original para que haya copia (el suplente hace el trabajo del que no está).
Pero, ¿cómo pensar el signo, sino es a partir de la no relación entre el significante y el “Uno”? ¿Se pone en jaque, entonces, la existencia del tan útil “S1”?
A esta altura el docente concluyó que a partir de estos planteos la clínica no puede estar sino hecha para alcanzar una reducción, puesto que ya no hay espacio para la multiplicidad de significados. De esta manera, se genera la pregunta por las posibilidades de aplicación -y discusión- sobre psicoanálisis en ámbitos no analíticos.
Reseña Clase del 7 de agosto de 2014. Por Julieta Lucero
En el último encuentro el docente abordó la clase “Aristóteles y Freud: la otra satisfacción” del Seminario 20 de Jacques Lacan.
Comenzó por Aristóteles para hablar de política: ¿qué atrapa en sus redes un discurso, qué maneja, con qué se las ve, qué persigue, qué saca? Porque para saber cómo se imprime el lenguaje en el ser que habla hay que interrogar en qué lo satisface eso. En consecuencia, la realidad se aborda con los aparatos del goce.
Pero sostuvo, además, que solo si se cede un poco de goce, el significante puede afectar al mismo (signo). Ubicó allí a la asociación libre.
En esa perspectiva ubicó, también, la falla, él hacer fallar, como la única manera de realización de una relación: eso es poner algo, dijo.
Por esta vía la estructura misma se reduce a la falla y esto supone que en la clínica la castración opere dando comienzo, más que poniendo fin. Tal vez solo poniendo en valor el agujero sea posible causar.
Reseña Clase del 4 de septiembre de 2014. Por Julieta Lucero
En el último encuentro el docente trabajó una parte de la clase “Dios y el goce de La mujer (‘La’ tachada)” del Semanario 20 de Jacques Lacan.
En primera instancia situó a Dios entre el hombre y la mujer de manera que, frente a él, estos últimos serían equivalentes. Esto complejiza las cosas, pues estar sexuado supone, entonces, una relación a otro que, en cierto punto, no es un opuesto.
Habló, así, del ser, pero también del goce del cuerpo. Discurrió también sobre el Nombre del Padre, y sobre Dios. Asimismo, abordó el tema del supremo bien, un bien para todos, pero también habló del máximo placer para el máximo número de personas, es decir, ese placer que no es para todos.
La problemática planteada giró, de este modo, en torno al hecho de interrogar de qué se trata aquello que nos topamos como irreductible. Así, el docente planteó el salto del uno al “Hay de lo Uno”. Dos modos de contabilizar, Bentham jugó un importante papel en este asunto: si de eso no se puede hablar, se usa. Retomó a Lacan al decir: “se crea o no se crea en Dios”, con él hay que hacer las cuentas.
Reseña Clase del 18 de septiembre de 2014. Por Julieta Lucero
En el último encuentro el docente abordó la clase “Una Carta de almor” del Seminario 20 de Jacques Lacan.
Comenzó por establecer que si ya no hay un muro entre el hombre y la mujer, ya no hay un “amuro”, de qué trata el pasaje del amor como sustantivo al “almor”, en tanto el amor como verbo . ¿Hacia dónde se dirige su sentido?
Allí se dedicó al señalamiento que Lacan hace sobre el hecho de que la psicología es la escisión no efectuada entre “a” (lo que toma al otro por su alma) y “A” (el Otro). Si hubiese alma, dijo citando a Lacan, sería lo que permite a un ser soportar lo intolerable de su mundo. Entonces: ¿no es más que un aliciente?
Al respecto destacó la función de escritura de una carta de amor. Escribir una carta de almor es lo único serio que puede hacerse, dijo Lacan, pero allí no hay sexo en juego.
Frente a un imposible, es posible que lo necesario devenga semblante. A partir de allí, y por qué no decir contingentemente, puede suceder (hay) esa insistencia ridícula de escribir una carta de almor.
Finamente el docente preguntó hacia dónde conduce este planteo del amor. Pareciera, hasta nuevo aviso, que amar hace encontrar… Pero no precisamente al Otro.
Reseña Clase del 2 de octubre de 2014. Por Julieta Lucero
En el último encuentro el docente abordó la clase “El saber y la verdad” del Seminario 20 de Jacques Lacan.
Comenzó por establecer que si la verdad depende del saber, el punto en cuestión será, de aquí en más, dónde buscarla. En esa dirección Lacan ubica, según el docente, la “ley del goce”.
Aclaró, luego, que si bien el goce es quien se presenta como límite al saber, puede interpelárselo: esa es la función del semblante (“a”). El docente explicó, en ese punto, que en un análisis se trata de producir “a-lgo” que fuerce a que un saber se aloje en el lugar de la verdad. Eso permite revelar la relación de un sujeto con el goce (al que sirve).
El odioamoramiento (nueva concepción del amor) tiene que ver en este asunto, pues el odio permite (es condición para), decía Lacan, una buena lectura. Ya no se trata de saber sino de una operación que se realiza al lado del mismo. Es que si el amor (en tanto significante) tiene una cierta relación con el saber, es el odio el que precisamente recubre la obstinación del amor (¿la terquedad del saber?). Pero, ¿qué se odia? Se odia, parece, la suficiencia del Otro. Aquí el docente subrayó la importancia crucial de la transferencia negativa para un análisis. Es condición de posibilidad.
Sostuvo, para finalizar y tomando otra vez a Lacan, que solo demanda análisis un psicótico, pues es el único que pide ayuda al Otro. El salto, dijo, es condición para poder continuar (no circular).
Reseña Clase del 16 de octubre de 2014. Por Julieta Lucero
En el último encuentro el docente abordó la clase “Del Barroco” del Seminario 20 de Jacques Lacan.
Comenzó, retomando lo de la clase anterior, para establecer que el goce es un límite al saber, pero esta vez lo dijo (a partir de Lacan) de otro modo: el hombre ya sabe todo lo que hay que saber, y ese saber está limitado al goce insuficiente que constituye el que hable. Entonces, ¿si el saber produce un costo, el goce produce una quietud? Tal vez, y en función de esto, esa sea la razón por la que el pensamiento sirva primordialmente para no saber, pues se goza, inevitablemente allí, de lo mental.
El docente agregó que el lenguaje, en tanto soporte del pensamiento y del goce, ya está dotado de una inercia considerable. El “no es eso” proviene de ese aparato, dijo. Y allí situó la deriva del goce.
Esto no indica que no sea posible contabilizar, sino tan solo indica que hay “Otro”. De esto se trata, precisamente, cuando Kojeve habla de “El fin de la Historia”, pero con la salvedad de advertir que el fin no fue, sino que se lo produce cada vez. En este contexto el docente sitúa la frase freudiana: allí, donde eso era, el yo debe advenir .
Finalmente, tomó la figura del analista en posición de santo, pues él tiene la particularidad de no ser otro sujeto más pero tampoco de ser un sujeto distinto. Dicha posición puede permitir (y por eso el barroco en esta clase) tratar el goce por la vía de una multiplicidad equívoca en la que, siguiendo una lógica del detalle, el analista no se encuentra del lado del contador, pero tampoco más allá de él (sin contar).