Respuesta de la Fundación Salto a ¿Nuevas políticas de salud mental en Córdoba?

¡Circulen!

Ayer “¡Por favor deténgase!”, hoy “¡Circule!”. Es curioso que la caída de las prohibiciones de antaño no haya dado un permiso para la circulación sino que la haya transformado en necesaria. Tal vez esto se deba a que, una vez que su lógica se instala, no parece detenerse. Puede verificarse que la circulación solo produce más circulación, esa es su estructura y así funciona.

Pero, en Córdoba, se la está asociando a otro término; ahora se llama “circular bien”. En principio, es interesante interrogar la puesta en continuidad de ambos términos. Al agregarle “bien” se realiza, por lo menos, una doble operación. La primera denota que ya hay una cierta idea de qué es exactamente lo que se busca y, por ello, se está presto a producirla. De eso se trata planificar. Surge, allí, el primer inconveniente: si por circular se entiende la realización de un movimiento constante, planificarlo es, justamente, limitarlo. Es que realizar un plan metódicamente organizado para obtener un objetivo determinado se opone, definitivamente, a un puro movimiento que no tiene otro plan u objetivo que el de continuar moviéndose. Los términos mencionados, entonces, no parecen complementarse sino que, por el contrario, parecen mantenerse en tensión. Esto se extiende, incluso, a la Declaración Universal de los Derechos Humanos, en donde se promueve que todos los ciudadanos circulen libremente. Pero pretender planificar los modos de circulación posibles llevará a que aquello que allí se promueva para alcanzar esa libertad, estará metódicamente organizado; un contrasentido. O, tal vez, deba entenderse que “libremente” no es sinónimo de “sin restricciones”. Lo que sí parece es que se planifica a partir de los intereses del planificador. Él es quien termina por realizar la operación.

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En la segunda operación, se establece una redundancia, puesto que si se dice “circular bien” debería, por lo menos, surgir la pregunta acerca de qué es “circular mal”. Ahí aparece otro inconveniente, ya que solo hay una forma de circular: girando en círculo. Es decir, si se está circulando, ya no se tiene alternativa. Resulta interesante, entonces, interrogarse hasta dónde o hasta cuándo circular.

Para la primera operación, la solución singular no tiene valor, dado que solo interesa la del planificador. Para la segunda, la solución singular desaparece, pues es el mismo movimiento circular lo que ya se presenta como solución.

Como corolario, el furor por la aplicación de la máquina circulatoria en diferentes contextos: la insistencia en el reordenamiento del andar vehicular (dirección de tránsito), la creación de espacios interconectados (diseño urbano), la desmanicomialización (salud mental). En este punto, tal vez, no sea vano prestar atención a las palabras de Jacques Lacan, cuando advertía que no todos los objetos son intercambiables.