Ciclo de entrevistas: De letras y lectores. Entrevista a César Vargas

Fundación Salto: En una entrevista usted nombra que la Feria del Libro atrae gente que nunca entraría a una librería o biblioteca. ¿Qué cree usted que la Feria genera para que ocurra esto?
César Vargas: Lo primero es estar ubicado en un espacio público, lo segundo es no tener puerta, lo tercero es no cobrar entrada, son todos recursos. Las ferias son una estructura comercial y de divertimento que tengo entendido que viene desde Medioevo, es una posibilidad de fiesta al aire libre. De la misma manera que nosotros conocemos las ferias de los barrios donde se vende verduras, plantas, quesos, donde se venden huevos y la gente pasa por la calle de la feria, feria franca se le llama. Pero una feria siempre es franca en el sentido de que está abierta, de que puede pasar cualquiera, está puesta en el paso de la gente, ocupa la vereda, ocupa las calles, la gente cruza por las carpas de la Feria del Libro como yendo a alguna parte, como yendo a un banco, como yendo…
FS: Se interpone en ese punto.
CV: Sí. Se convierte en una calle más.
FS: Se hace recorrer.
CV: Y se hace recorrer, como los materiales, la mercadería, en el buen sentido de la palabra, está ahí al alcance de la mano. No está detrás de una vidriera, es posible que la gente acceda, la gente no sabe, la gente entra a muchos comercios con el objeto estricto de comprar lo que está dentro del comercio, uno no entra en la verdulería a mirar papas, ¿no? o a ver la calidad de la acelga, no, no. Entra a comprar papas, a comprar acelga. Sin embargo los compradores de libros y los consumidores de libros, entramos a las librerías no con ese objeto, muchas veces entramos a la librería a ver que hay, posiblemente ustedes pertenezcan a esta raza de gente, entramos a la librería a ver que hay, novedades, vamos, revisamos, miramos, a veces estamos una hora hablamos con el librero y nos vamos y nadie, ni el librero, ni ningún empleado, se queja de eso porque sabe que esa es la mecánica de los que consumimos libros. La gente que no tiene ese mecanismo de consumo de libros no sabe para qué va entrar a una librería, no entra, entra cuando le ha pedido la maestra que le compre el manual tal. Entonces va y pide eso con un papelito, por las dudas de no equivocarse, entra, sale, y se va.
En tanto en una feria pasa, mira, toca, se detiene, toca, ve los colores, reconoce a algunos libros de los que sabe algo.
FS: Es interesante eso, porque es una cuestión que hace a la geografía, digamos, se interpone en la geografía de las personas.
CV: Sí, tiene ese funcionamiento muy curioso, hay lugares, ciudades que se han hecho plazas con las vereditas ¿no? Y la gente resulta que camina por otro costado y hace un sendero donde ahí tenía que estar el pasto, pero no. Y después los urbanistas miran rápidamente eso y ahí, donde la gente camina, resulta que van y hacen la vereda que corresponde porque es por lo que la gente usa, porque las cosas existen por necesidad de los usos de las personas y no a veces del diseño de quienes pretenden conducir las conductas humanas.
FS: Desde el stand de la Agencia Córdoba Cultura, en la Feria del Libro se busca rescatar a autores cordobeses. Desde esta perspectiva, ¿qué se escribe en Córdoba? ¿Para qué?
CV: Bueno, serían como dos preguntas.
FS: Sí son dos.
CV: Lo primero… los rescates y el stand de la Agencia Córdoba Cultura, es un stand institucional que en realidad lo que fundamentalmente muestra es la publicación de los premios literarios, digamos que eso sería lo central, y algunas colecciones que se han pensado como rescates. Hay algunas colecciones como “Las Voces del bicentenario”, se le dieron algunos nombres de ese tipo ¿no? Entonces se publicaron autores cordobeses un poquito olvidados y que a juicio de quien dirige la colección, o quienes asesoraron la colección, decidieron o pensaron que eran gente que merecía ser rescatada porque a lo mejor algunos de sus libros no se conseguían, o porque estaban olvidados. Estamos hablando de autores como Juan Filloy, algunos como Enrique Luis Revol.  Algunos con novelas importantes, pero que tuvieron un tiraje limitado, quedaron clavadas y se convirtieron, a lo mejor, en una lectura de culto pero nadie consigue los libros como “El antiguo alimento de los héroes” de Antonio Marimón, o qué se yo, algún libro de Capdevilla. Yo no hago juicio de esos escritores, lo que estoy diciendo es simplemente que era material un poco olvidado que forma parte de la historia literaria nuestra.
Imagen Fondo
FS: De Córdoba.
CV: De Córdoba, que no se consigue. La segunda parte de la pregunta…
FS: Qué se escribe en Córdoba y para qué.
CV: Es muy complicado, porque Córdoba tiene una gran tradición.
FS: Si pudiéramos señalar algún rasgo, qué se escribe.
CV: Bien, qué se escribe por un lado. Se escribe poesía, hay una escritura muy poderosa, muy potente, muy difundida. Hay muchos jóvenes escribiendo poesía, muchos, intentando cada uno de ellos, encontrar sus voces, armando grupos. Hay ambiente de lectura pública en bares.
Lo que pasa es que, posiblemente, la novelística tenga mayor resonancia porque comercialmente tiene otro alcance, trabaja con otro talle de consumo. Entonces, se está publicando mucho desde hace algún tiempo, mucha novela histórica, el género, la denominación del género, es bastante caprichosa si me permiten, porque ¿a qué se le está llamando novela histórica? A una novela en la que participan sujetos que protagonizaron momentos más o menos importantes de la historia nacional, como Lavalle, Rosas, todos estos personajes. Obispo Mercadillo, ¡qué sé yo! Por lo demás, si quieren mi opinión, toda novela es histórica salvo que ocurra en el futuro (risas).
FS: Porque cuenta una historia.
CV: Sí, porque cuenta una historia que sin duda ocurre en el pasado, como la lluvia, como decía Borges, y entonces siempre una novela es histórica. El viejo Andrés Rivera, que hizo una de las novelas más potentes que se pueda suponer del género, que es “La revolución es un sueño eterno”, sobre los últimos años de vida de Juan José Castelli. Castelli la voz de la Revolución de Mayo, ese tipo que estaba enfermo de un cáncer de lengua, que no podía hablar, que estaba mudo, es una novela maravillosa pero discutiendo, el viejo Rivera decía “yo no he escrito ninguna historia, he escrito una novela”. Por supuesto, para poder contar lo que ha contado, ha tenido que investigar como para después poder liberarse y contar lo que él quiera, pero él no hace historia, él hace novela. Bueno, la discusión va a seguir para adelante. También hay un grupo de personas que se dedican a la novela romántica, que también se cruza con la novela histórica. De repente Felicitas Guerrero de Álzaga, protagoniza un drama fabuloso y todas estas novelas se publican mucho y se venden muchísimo.
FS: ¿Y respecto al para qué, tiene alguna idea? ¿Para qué la poesía, la novela en Córdoba, tiene alguna razón puntual?, es decir, ¿porque quiere expresar tal cosa, porque le responde a tal orden de estado?
CV: Mirá, si hay algo que puede descular tal cosa, supongo hay gente que produce objetos artísticos o funcionales con el simple objeto de ganar dinero. Hay gente que edita libros y gente que los escribe para venderlos y ganar dinero, es legítimo, no está ni bien ni mal. Pienso que en ese gran tren se inscriben muchas de las novelas románticas y las novelas históricas. Ustedes a lo mejor no lo recuerdan, pero siempre se ha hablado, cuando nosotros éramos jóvenes, de música comercial y música no comercial, no sé si ustedes escucharon esa expresión. De alguna manera sigue funcionado ese impulso. Por lo demás, la gente que hace arte, hace arte porque no puede vivir sin hacerlo, porque está loca, porque está obsesionada con eso, porque goza produciendo eso, porque satisface su vanidad haciendo eso frente a sus amigos, a sus admiradores, ante sí mismo, entonces todo lo que conduce al arte, es como un…, el arte se explica desde sí mismo. La poesía se explica desde sí misma, la gente que está afuera del arte es la que puede señalar por qué un fulano hace esto. La gente que está en el arte muchas veces dice “yo hago esto porque es lo que sé hacer, porque es mi vida, porque no puedo hacer otra cosa”, así de simple y de terrible.
FS: Eso me hace acordar a que nosotros, en la Revista Saltos Número 2, publicamos una entrevista inédita a Vicente Luy. Él dice un poco eso: “si no me editan me muero”. Es una razón de vida.
CV: Sí, pero Vicente tenía una locura múltiple. Pobrecito, pero mirá cómo lo expresa “si no me editan”. Hay gente que no le importa si lo editan o no, escribe porque escribe y satisface su impulso vital simplemente para leérselo a los amigos, o hace poemas maravillosos solamente para enamorar a una chica y nada más.
FS: Como le decía recién, pregunto, yendo a la cuestión de Córdoba, si encontró algún correlato de esto con alguna particularidad de Córdoba. ¿La poesía le responde a tal sector? ¿Qué particularidad tendría Córdoba respecto a los que hacen poesía en Buenos Aires? Si es que la tiene.
CV: Una vez un escritor muy loco, que se llamaba Rafael D´Alessio, era de Córdoba pero vivió muchos años en Buenos Aires, me contó una teoría de lo más loca. Decía que la gente que vive cerca de las montañas, o de las sierras, tiene un pensamiento vertical, y piensan poéticamente, y que la gente que vive en llano estructura un pensamiento más extenso y escribe novelas. A mí me parece de lo más…
FS: ¡Es geográfica la cosa! (risas).
CV: Sí. Tiene un geo-determinismo bastante loco, pero no sé… habría que pensar en muchas cosas. Es que hay grandes poetas en el llano, y grandes novelistas en las montanas. Hay gente que ha tratado de pensar cuáles fueron las corrientes inmigratorias, las características de las corrientes inmigratorias que se asentaron y que hicieron lugar aquí. Hay gente que le adjudica a todo un grupo de andaluces, que inicialmente poblaron Córdoba, el carácter humorístico de nuestro pensar y de nuestro quehacer. Miren, es como muy audaz elaborar una teoría sobre eso. Lo que sí ha pasado, es que se podría pensar que Córdoba ha sido como una caja de resonancia de la historia nacional y aquí han pasado cosas poderosas en su momento. Y a lo mejor estuvo dado por el cruce de caminos, por la equidistancia con otros puntos, ahora eso no tiene demasiada importancia porque estamos lejos y cerca de cualquier lugar del planeta. La verdad no sé, hubo en la década del setenta posiblemente necesidad de dar respuesta rápida, de acompañar la historia, pero bueno, en Buenos Aires ni hablemos entonces. Ensayar por qué escribimos, cómo escribimos, a lo mejor tendría más explicación todo pensándolo de otra manera, pensándolo de cómo estamos cerca de los centros de distribución de los productos. Es más posible que un excelente autor nuestro tenga que ubicarse y hacer pie en otras épocas. Ahora es más fácil, cerca de Buenos Aires donde estaban los centros de producción y de distribución, que hacerlo desde acá. Es como que estuvimos destinados, algunos siglos, no, algún tiempo, siglo sería mucho, a que lo que se hacía acá era producción de provincia, una cosa de aldea, y lo que se hacía en Buenos Aires era una cosa nacional. Entonces eso generó una diferencia de propuestas, por eso migraron nuestros productores. No satisface demasiado esa respuesta, porque me parece que no hay demasiada respuesta.
FS: ¿Cómo entiende usted la relación entre lectura y escritura?
CV: Por suerte, para esta gran pregunta, por suerte, ya lo nombré como tres veces en este encuentro, por suerte, para todos nosotros Borges nos dio la respuesta. Él dijo que podía enorgullecerse más de lo que había leído que de lo que había escrito. De alguna manera es esto, uno puede escribir un libro en un ratito, un libro de poemas se puede escribir en… cuando digo un ratito estoy abreviando, ¿no? Creo que un libro de poema se puede escribir en una semana para decir la verdad, para poder escribirlo a lo mejor hay que leer y vivir durante muchos años. Como ese libro que se escribe en una semana, y ese libro que se lee en 20 minutos, que tiene los veinte poemas de amor de Neruda.
FS: Usted está anudando lectura a vida, lo que se tuvo que haber vivido, dice.
CV: Exactamente, es esa la relación y en una proporción así, de uno a mil.
FS: Es interesante que la escritura sea una reducción, en ese punto.
CV: Sí, es una síntesis de concepciones, de cosmologías, de saberes y de sufrires. Uno lee un poema de desamor espantoso, espantoso en la idea del desamor o espantoso de lo feo que sea, no importa, o a lo mejor está muy bueno, lo cierto es que lo lee uno y demora en leerlo veinte segundos y ese sujeto padeció meses, años, ese desamor. Esa es la proporción. Ahora es indispensable, además de la vida, la reflexión sobre la vida. No creo en quien escribe y dice que no lee, es un absurdo. Y estoy hablando de lectura de libros, de poesías, de novela, lo que sea. Yo creo que es indispensable lo que sea de la misma manera que es indispensable preparar la tierra para plantar semilla, permítanme la comparación que no tiene grado de nada, pero es así de sencillo.
FS: Usted se dedica a la narración, ¿cuál es su pretensión al establecer una lectura en voz alta?
CV: La lectura en voz alta no es lo mismo que la narración. No sé cómo está pensada la pregunta, pero los narradores no leemos, no leemos ante el público, narramos, nos despojamos del papel, porque creemos que…
FS: ¿pero eso no es una lectura también?
CV: No. Es palabra hablada, hemos leído previamente.
FS: Claro, ha habido una lectura.
CV: Hay una lectura y una preparación para que lo que yo después voy a decir, demuestre a quienes me escuchan, supongamos, las ilustraciones que tiene un libro, las comas, los puntos suspensivos que no pueden ver, yo se los tengo que hacer ver, se los tengo que decir, los tengo que decir, dibujar en el aire. Además, de alguna manera corre por mi cuenta como narrador, a veces, ponerle las voces a ese personaje que figura en mi historia, para que mi escucha tenga una posibilidad de aprehensión muy directa sobre la historia que le estoy contando porque no la puede leer, no tiene el libro en las manos, no puede volver el renglón para atrás. Entonces todo lo que yo cuento tiene que ser narrado completo y listo. No puedo dejarle duda a mi escucha, esa es la gran diferencia que tenemos los narradores con los lectores.
FS: Previamente a que se inventaran las puntuaciones, se escribía sin puntuación y la gente leía a partir de lo que se narraba.
CV: Y antes tampoco había libros, los libros son una cosa muy nueva en la historia de la humanidad. Tienen pocos siglos, podríamos decir que tienen cinco siglos, el libro impreso. Antes había libros manuscritos, por cierto, pero ¿cuántos habría?  Tampoco había toda la fijación de archivos cinematográficos y digitales de ahora, es muy fácil ahora toda la cultura, ¡es tan fácil!
FS: Cuando usted hablaba del tema de narrar, dijo: “se lo tenía que decir así, porque no podía volver al libro para consultarlo”. ¿Podríamos decir que es la manera de afectar al otro en ese punto?
CV: Es una palabra muy psicoanalítica esa, afectar. No, de la misma manera que nosotros sabemos que las percepciones de lo escrito dependen de quien lee, también las percepciones de lo narrado dependen de quien escucha, pero lo que pasa es que quien escucha a un narrador oral o contador de historias no solo lo escucha sino que también lo ve. Ustedes deben saber que hay un porcentaje muy alto de lo que decimos que no está asentado en las palabras, sino en los niveles de la palabra, en las acentuaciones, también en los tonos, en los timbres, en toda la gestualidad y en una gestualidad que no es la de la mano sino la de la cara. Los narradores contamos con todo el cuerpo, por eso no podemos narrar con el libro en la mano, porque no miramos a la gente y hay una vía de la comunicación que es la mirada, que para nosotros, los narradores, es como muy importante porque si no miramos, si no vemos que la gente nos mira, no establecemos la comunicación. Eso nos diferencia de los teatreros, los actores de teatro trabajan con una cuarta pared que le llaman, por lo menos el teatro bastante clásico, y digamos que hay el teatro más moderno que se mete entre el público, pero en el teatro bastante clásico el público no está, está a oscuras. Los narradores tenemos la luz en la sala apuntando a la gente y a nosotros, porque hablamos con la gente, le contamos a la gente, le contamos una leyenda, un invento improvisado en el momento o un cuento de Cortázar, lo que sea, pero para poder hacerlo tenemos que estar mirándolos como si le contáramos a uno solo, aunque adelante nuestro hay cien o doscientos, es un trabajo que tiene otro requerimiento de manejo escénico, pero bueno.
FS: ¿Considera que puede haber una transmisión de la lectura?
CV: ¿De la lectura? Los narradores trabajamos bastante con eso, es más, por suerte tenemos trabajo de eso porque nos convocan desde lugares de políticas educativas o cosas así para tareas en escuelas o directamente las editoriales comerciales nos contratan para trabajar en eso. Entonces qué hacemos, contamos el cuento del libro que ellos necesitan vender y ¿qué hacemos?  Lo contamos de tal manera que los chicos salen disparados a buscar el libro en la biblioteca porque nosotros les hacemos saber que es bueno. La institución genera rechazo, los chicos van a la escuela por obligación, por más que sean buenas personas, los niños a veces no lo son, pero bueno. Los chicos van porque es obligación y todo lo que se les baja como normalización y cultura institucional lo aceptan, pero trabajan y en lo posible lo rechazan. Las maestras, las profesoras de letras generalmente, nunca han tenido buen éxito, nunca han hecho amar la literatura, pero de repente viene alguien y lee bien un poema. ¿Sabes qué hacen las afecciones? Contagian. El amor es un maravilloso virus que se contagia, los virus contagian, la pasión es un virus que se contagia. Si nosotros le contamos un cuento precioso a los chicos o a los jóvenes, o uno terrorífico que los conmueve, de repente dicen “allá vamos”. ¿Cómo era la pregunta?
FS: Si considera que puede haber una transmisión de la lectura y de qué manera.
CV: Sí, la transmisión sería eso, un buen contagio, un buen contagio de la emoción y del amor, bueno, de la emoción. El amor es uno, hay otros sentimientos que se contagian y son poderosos.
Cesar León Vargas (Canals, Córdoba 1954) poeta y narrador oral. Experimentado anfitrión del stand de la Agencia Córdoba Cultura en la Feria del Libro. Ha publicado: Raíz y Palabra antología de la Poesía Social Argentina (1987), Poesía actual de Córdoba, los años ochenta (1990), Los Cuatro Sellos (1991 y 1993), Los Poetas de acá, antología poética del diario Pagina 12 (1993), El Caldero de los Cuenteros (1994, 1995, 1996 y 1997), Ellas (1995), Córdoba Negra (1997),Ciclo de los Poetas (1997), Córdoba Poética siglo XXI (1999), Poetas de Córdoba para el Mercosur (2002), Entresilences, nueve poetas argentinos (2004), El Libro de la Alegría (2005), Del epitafio a la alegría (2007).